En andanzas recientes por algunas regiones de Cuba, he podido apreciar una realidad bien interesante en relación al sector del transporte. Se hace difícil en ocasiones entender como algunos foráneos o cubanos residentes en el exterior, afirman a menudo ser profundos conocedores de la realidad cubana, sus problemas y la forma en la que existe y funciona. Acepto como persona consiente y realista que cada día aprendo de la realidad actual a partir de prácticas vividas y admitido dominar apenas sólo una gota del saber, quizás media, dentro del mar del conociendo que sobre la isla se expande y crece y se transforma a diario.
Las experiencias vividas son bien interesantes en torno a esta temática, por ello me animo a compartirlas en estas líneas. Tres actores participan en esta difícil contienda definida como sector del transporte en Cuba; en primer lugar se encuentra el sector estatal, en segundo lugar el sector privado (entiéndase cómo los cuentapropias que realizan la actividad del transporte en todas sus variantes) y por último los pasajeros, o sea, la población en general que acude para acceder a este servicio.
Estas breves aproximaciones particularizan las realidades que se aprecien en algunas de las terminales interprovinciales, administradas anteriormente por la antigua empresa Asociación de Transporte por Ómnibus (ASTRO), hoy Ómnibus Nacionales. Tanto el transporte de pasajeros como el de carga, recae en su mayoría sobre la responsabilidad del Estado cubano, siendo el sector privado, un complemento para intentar aminorar la precariedad en esta esfera.
La infraestructura que soporta el funcionamiento de esta actividad, se encuentra en estado crítico, a no ser algunas excepciones. A pesar de la recién adquisición de ómnibus youtown nuevos, la generalidad de los que brindan servicios a toda la isla, presentan un estado técnico deteriorado y en algunos casos, más que menos, la higiene en los asientos y los pasillos de estos equipos no son los adecuados.
Además de los Ómnibus pertenecientes a la empresa, transitan por estas terminales, los vehículos pertenecientes al sistema de transporte del Ministerio del Turismo (TRANSTUR); los de la Empresa Gaviota (TRANSGAVIOTA) pertenecientes al sistema empresarial de las FAR; los de la empresa Víazul; así como otros.
Los baños públicos, con que cuentan estas instalaciones, son gestionados al parecer por figuras privadas, ante la incapacidad estatal de brindar este sencillo servicio.
Otros factores afectan igualmente la armonía en estos escenarios, el trato de los empleados hacia los pasajeros es en ocasiones poco adecuado, carente de información. Existe un incorrecto diseño de la gestión y los procesos, la falta de higiene, que en cualquier espacio por cuenta propia podría generar causa inminente de cierre, es realidad recurrente, existe además una incapacidad demostrada en la facilitación de servicios complementarios, unido a la indisciplina de las personas que ante la falta de control se sienten en la libertad de violentar toda regla de convivencia o norma básica de ciudanía: como fumar en espacio público y cerrado, arrojar basura al suelo, ocupar asientos con paquetes o con posturas inadecuadas (acostados), vociferar dentro de la instalación y en ocasiones hasta expresar términos obscenos y agresivos, además la presencia de personas con conducta deambulante (los cuales por cierto van en ascenso en los últimos tiempos) es recurrente en estos sitios. Existe inhabilidad para brindar respuesta a la problemática de la congestión de la lista de espera, no existe voluntad administrativa para gestar fletes que alivien el movimiento de pasajeros, por tanto la estancia en estos sitios puede ser prolongada.
Algunas de las terminales fueron diseñadas y construidas para funcionar con climatización, pero a partir de ajustes posteriores los equipos (altos consumidores de energías eléctrica) fueron retirados y en su lugar se intenta ventilar el lugar mediante las escasas ventanas que fueron colocadas para que entrará la luz y en su lugar el calor característico de la isla invade el espacio.
Toda la gestión de procesos se realiza de forma manual, el proceso de anotado, la entrega de números, la venta de pasajes; todo lo anterior provoca que el proceso que debe realizar cada pasajero sea extenso y por tanto se da cabida al fenómeno de la cola. Hace ya algún tiempo, el país realizó el cambio del carné de identidad para poder extraer con facilidad información mediante el uso de las nuevas tecnologías, al parecer, sólo se realizó la inversión para el cambio y el uso de la misma se pasó por alto. Una verdadera lástima.
Los pasajeros a menudo y haciendo uso de la cualidad que cada cubano tiene, de hacer una broma hasta de la realidad más terrible y difícil y además, lograr una sonrisa, usan bromas en relación a la difícil realidad que viven y que no comparten. Según estas personas, un ómnibus puede llegar a la terminal con 10 capacidades, y reportar sólo 8, pues el chófer ya tiene alguien fuera de la terminal esperando, quien por demás le dará además del valor del pasaje, algo más para que “resuelva”. De las 8 reportadas por el conductor, se anuncian sólo 6, pues el jefe de turno tiene amigos a los que debe “ayudar” y familia a la cual debe alimentar. De las 6 anunciadas, se venden sólo 4, pues las demás se entregan a personas con telegramas, familiares de fallecidos, marinero, empleados; algunos reales y otros que compran con determinadas sumas esos personajes, para actuar en la cola y conseguir no un Goya o un premio Oscar, sino un pasaje para su destino, violentando todas las reglas de la cola.
Los servicios complementarios que brinda el sector privado (entiéndase cómo los cuentapropias o quienes sin estar registrados realizan actividad similar) son bien peculiares. Un señora que rebasa los 80 años, vende un pomo (botella plástica) de agua re-envasada, que contiene un litro y medio a 5 CUP; un señor de edad similar, vende caramelos de menta y otros sabores, cada uno a 1 CUP, otra persona quizás de 50 años, vende chicle, caramelo y fosforera, los dos primeros productos a 1 CUP cada uno y el último a 5 CUP. A las afueras del recinto se puede acceder a cafeterías, paladares, restaurantes y otros espacios que brindan productos alimenticios.
El sector privado que crea existe y compite en este sector con el Estado, vive bajo percepción equivocada, pues la realidad es que compite consigo mismo y con sus similares, a partir de la demanda que no es capaz de satisfacer el poderoso aparato administrativo. La presencia de intermediarios: los denominados gestores de pasaje, en su inmensa mayoría informales, conscientemente encarece el precio del servicio, en apenas dos horas pude apreciar como la misma persona, proponía el mismo destino con diferentes precios, en momentos diferentes y me pregunté: ¿Bueno, qué pasa? ¿Acaso esta terminal o el destino propuesto por esta persona tienen la capacidad de moverse? Pero, resulta que el precio no se ajusta necesariamente al valor del servicio que se brinda, este varía en correspondencia entre otros por un factor externo bien peculiar como: la extensión de la lista de espera hacia ese destino y la regularidad con que se ofrecen pasajes para este sitio. Es interesante ver cómo mientras se llama para el destino: La Habana, los gestores en claro acoso a los clientes proponen el precio más bajo por ellos definidos que al instante se dispara al más alto, apenas se termina la oferta por parte del Estado. Es un juego interesante, donde aquellos que se desesperan, pueden pagar precios más elevados que otros. La clave está en ser paciente y como en la bolsa de valores (salvando distancias) esperar el momento de la baja para comprar. Es interesante además ver cómo incluso en un mismo taxi, pueden ir personas hacia el mismo destino, saliendo del mismo origen y pagando precios diferentes. Es una locura en verdad.
Mi pregunta entonces: ¿es acaso legal la realidad que describo y que experimentan algunos cubanos a diario? En un país donde las normas jurídicas son reemplazadas a menudo por lo políticamente correcto, o las ideas o tareas dictadas por un líder, no sería una sorpresa descubrir que entorno a esto que a los cubanos aqueja nada se ha escrito, en función de regular el desorden. Pero si pregunta a cualquier directivo estatal, tal cual lo hice, la respuesta puede ser tan asombrosa cómo ingenua, trivial, simple e incluso infantil: “…estamos actualizando el modelo económico, algunos errores se van cometiendo en la consecución de tal propósito, pero en el camino serán subsanados, este pueblo es grande y se sabrá crecer ante tales dificultades”.
Para el cubano y amigos foráneos que conocen algo de nuestra particular realidad, sencillamente sobran las explicaciones o comentarios ante para aseveración. Y para los jóvenes de estos tiempos, tales palabras puede ser causa de expresiones risible o en el peor de los casos un enojo profundo o una indiferencia total.
Este discurso vacío, carente de valor, copia intacta de las palabras de entes superiores, que en ocasiones quienes lo reproducen desconocen incluso el significado de algunos de los términos e ideas empleadas, es por ellos que la discusión con ellos, es en vano, así como intentar atribuir la responsabilidad total de tal postura únicamente a este funcionario, cuando el principal problema es el sistema donde convive.
Vivimos en un espacio de locos, escribiendo esta realidad y me siento tal cual Alicia en el país de las Maravillas, sólo que en Cuba hoy, maravillas pocas e irracionalidad y sin sentido mucho, en relación a políticas públicas, ordenanza económico-jurídica y eficiencia económica. Intentar entenderla, es tarea difícil, casi imposible y a juicio del autor innecesario, hoy solo urge cambiarlo y olvidar este sinsentido que tanto afecta la vida de los ciudadanos. Cambiar la realidad particular o específica de cada lugar, región o persona, parece casi improbable, por tanto la solución ha de ser general y radical.