Desde marzo “la Covid 19“ejerce el poder sobre el país haciendo uso de su corona, instalando un orden que ninguna de las generaciones de cubanos habíamos vivenciado antes, regulando las estructuras sociales de maneras insólita, imponiendo el distanciamiento social y aplicando como moda el hashtag #QuédateEnCasa#. Período gris en la historia de la humanidad y en la vida de los cuentapropistas cubanos.
La Habana, asumiendo su rol de capital, fue el epicentro de la pandemia, sufriendo meses de sequía comercial, con los establecimientos privados fuera de funcionamiento, encargados en su mayoría, de dar luz, movimiento y vida a la ciudad, que pese a sus carencias y destrozos la hacían parecer una ciudad alegre…sobrevenida de una guerra de larga y vieja data. Fueron tres largos meses en lo que la falta de actividad comercial y económica impuestas por la crisis sanitaria frenó el desarrollo de los cuentapropistas de la ciudad.
Llega el mes de julio y con el las principales calles de La Habana vuelven a ser tomadas por miles de cuentapropistas, vendedores ambulantes, puestecitos de comidas chatarra y mesitas particulares convirtiéndola en un escenario variopinto, escandaloso y lleno de vida.
Hoy la ciudad se mira como una Habana renacida económicamente, los cuentapropistas supieron aprovechar la cuarentena para replantear sus negocios, mejorar sus locales, brindándoles a la población productos mejorados. Pese al apreciable aumento de precio que va incluido en el nuevo cambio de looks de los negocios, se puede observar la creciente demanda y acogida de la población, quienes fuera de los restaurantes, paladares y tiendas particulares hacen largas filas a la espera de consumir productos, los mismos de siempre y ahora a precios que los acercan a las nubes.
Sin lugar a dudas en la ciudad de la Giraldilla no solo se respira un aire de normalidad, sino también de efervescencia y desenvolvimiento comercial, donde la música y los carteles luminosos de los particulares atrae y provoca a los paseantes a envolverse en la nueva vorágine de la ciudad. Aunque duela aceptarlo, el comercio hace que una ciudad parezca viva, o peor aún, que nuestra idea de una ciudad viva es una donde la gente compra y vende. Y a mí Habana solo le falta, para ser la de antes, el murmullo seductor de idiomas desconocidos que, en países como Cuba, añade una atmósfera de progreso y bienestar.
Pero para llegar a ese momento que se antoja soñado, muchas cosas terrenales…reales tendrán que suceder. Para muchos, lo que se avecina para Cuba en términos económicos será las crisis económicas más profunda de los últimos 90 años.
Puede ser. El Estado cubano se muestra terco y receloso contra lo privado. Pero, la real política lo llevara a escoger entre caer por la del pueblo en las calles o favorecer que los trabajadores por cuenta propia y otros emprendedores se conviertan en el motor de arranque del desarrollo y la prosperidad.