Una vez “pasada” la etapa de pandemia por la Covid 19 en Cuba se hará imprescindible el repunte de la industria turística para lograr un alce en el desempeño de la economía del país. La real capacidad de estimular tras sí a la economía es lo que se conoce como efecto de arrastre del turismo o la locomotora de la economía cubana. Pero, para ello es determinante que el Estado cubano contribuya a reforzar el rol del sector privado y promueva su integración con el ámbito estatal y el resto de la economía en general.
No hay dudas de que, desde las reformas de 2010, con la tímida expansión de las actividades por cuenta propia a ejercer, en Cuba se ha incrementado significativamente las inversiones y el número de cuentapropistas que se han insertado en el sector privado dirigido al turismo.
Los cuentapropistas inclinados a satisfacer la demanda del turismo internacional están concentrados fundamentalmente en los arrendadores de habitaciones para el turismo que han generado una oferta de 24 mil habitaciones, transportistas con sus autos clasificados como de alta estándar, cafeterías, restaurantes y otros elaboradores de alimentos, gestores de transporte y de alojamientos, artistas propietarios de talleres con las condiciones para recibir huéspedes en sus instalaciones y guías turísticos profesionales.
Estos últimos incluyen servicios para facilitar la estancia y han incluido un alto número de profesionales de las más diversas áreas que han abierto todo un universo de actividades únicas para el disfrute de los visitantes ofreciéndoles una perspectiva única de la sociedad cubana actual. Esto contribuye a la diversificación del turismo cubana con su ya gastado esquema de sol y playa.
Todo lo anterior ha generado la oportunidad de nuevos empleos formales e informales y, a su vez, propicia constantes encadenamientos con otras actividades como la construcción, transporte, gestión de compraventa de inmuebles, provisión de insumos generando efectos multiplicadores hacia el sector estatal y privado, aunque este este último desafortunadamente limitado por la segmentación que impone el marco regulatorio vigente. No obstante, es evidente el crecimiento cuantitativo y cualitativo experimentado por el sector privado doméstico.
Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, para la segunda mitad de 2019 el sector privado obtuvo 473.9 millones de pesos convertibles provenientes del turismo internacional. Esta cifra, y casi todas las que guarden relación con el sector privado, son muy probable de que no se ajusten a la realidad y se queden por debajo a lo realmente derivado del sector.
Lo anterior es debido fundamentalmente por las aún muy carentes fuentes de información; por el número limitado de actividades autorizadas a ejercer que por ende ilegaliza e invisibiliza otras actividades que en la práctica se ejecutan y que fuerza la utilización de “licencias fachadas” para ejercer bajo el marco de la legalidad y por último la falta de un instrumento regulatorio que desconoce la diversidad y las complejidades de determinadas actividades por lo que elimina la necesidad de declaración jurada y por tanto pierde de vista ingresos generados de un conjunto ellas.
Pese el crecimiento del sector privado y sus cuantiosos aportes cualitativos y cuantitativos a la economía del país, aún continúan sesgados por las normas jurídicas, la desinformación y las trabas que les pone el Gobierno. Desafortunadamente, los emprendedores de Cuba han tenido que atravesar múltiples obstáculos, algunas deformaciones que datan de cuando el paquete de reformas de 2010 y otros surgidos por variantes aparentemente ideológicos que pausaron el ritmo de apertura y lo han hecho retroceder en variados aspectos. No obstante, han logrado crecer en su totalidad y sobre todo los vinculados al sector de turismo, por lo que tarde o temprano el gobierno necesitará aunar sus esfuerzos junto a los cuentapropistas vinculados al turismo en aras de lograr que el mencionado sector se vuelva a posicionar como la locomotora de la economía cubana.