La represión en el Estado policial que impera en Cuba, se maneja según los intereses coyunturales del momento. La nueva canallada de moda –se utilizaba esporádicamente- cuando el opositor no da margen a que lo detengan o lo apaleen en plena vía, es no permitirle viajar cuando casi esta por abordar la aeronave en el aeropuerto. Este proceder además de violatorio, es una forma de tortura psicológica y una manera de tratar de afectar económicamente a las instituciones que invitan a las personas a quien la policía política impide salir del país. La ya no tan nueva Ley migratoria les da la posibilidad de abusar como les plazca con total impunidad.
Basta con entrar al internet, las denuncias sobre estas violaciones son casi diarias, la justificación es casi siempre la misma: “usted tiene una restricción de viaje” le dice un o una funcionaria de inmigración del aeropuerto al impotente y acongojado disidente, ante la indagación como es su derecho, de las causas de la “restricción” casi nunca las bases de datos de estos funcionarios aclaran los motivos, por lo que la víctima del desmán no le queda de otra que marcharse por donde vino. Si decide llegar al fondo del asunto chocara con una barrera desinformativa. Les narro lo sucedido con uno de los desafortunados que intento salir a un país sudamericano para participar en un encuentro académico.
El miembro de la sociedad civil cubana se dirige a la taquilla 2 de inmigración de la Terminal Aérea Internacional José Marti, la funcionaria le informa con voz neutra que no puede viajar porque tiene una restricción de viaje, indaga el frustrado viajero la causa de esta restricción, “no lo sé, la base de datos no lo explica, diríjase a la Oficina de Inmigración de su municipio de residencia” le aconseja apática la funcionaria. Luego de esperar unas dos horas para la devolución del equipaje en tránsito hacia la aeronave, se marcha a su casa.
Al día siguiente se persona preocupado en la Oficina de Inmigración del municipio donde reside. Una vez allí el personal se muestra supuestamente atónito ante lo extraño de la situación, en las bases de datos incluyendo la integral, no aparecía ninguna referencia que permitiera entender lo sucedido la víspera. En tales circunstancias una joven se comunicó amablemente con “su padre” y le pidió ayudar a esclarecer el misterio. Se le pidió precisar el día y la hora del hecho.
Al poco rato el teléfono timbró. “El padre” de la joven informó que, en efecto, en las bases de datos de Emigración del aeropuerto estaba vigente una orden restringiendo su salida del país. Sin embargo, no se podía determinar quién y porqué había emitido tal medida la que, según intentaron infructuosamente explicar, no era prohibición de viajar, sino restricción para viajar.
La funcionaria a cargo de la Oficina le explicó que por Emigración no tenía problemas para viajar, podía hacerlo sin problemas. Lo que existía (existe) era una restricción, o sea, alguna institución u organización estatal cubana había ordenado que no se le permitiera viajar hasta que se dejara en claro alguna situación irregular relacionada con su persona como pudiera ser: deuda con la ONAT, juicio pendiente, fichaje por la policía, deuda bancaria, incumplimiento de orden judicial de manutención a menores… en fin, la orden de restricción de viaje podía haber sido emitida por cualquier organismo. Como solución, le recomendaron personarse en la policía.
Molesto y bajo el implacable sol tropical siguió camino hacia la 4ta Estación de la PNR del habanero municipio del Cerro. El agente apostado a la entrada no entendió nada de lo que le dijo. Fastidiado e indolente, el gandul se volteó y dirigió la mano indicando la carpeta.
El agente a cargo de esta posición lo miró como si le hubieran hablado en hebreo antiguo. Frente a él tenían a un ciudadano esposado. Como para salir del fastidioso preguntón, lo envió con el oficial Millán. Este, muy atareado, se sorprendió por los asuntos que allí lo llevaron. A paso apurado llamó a la especialista en fichaje policial quien, presta y estimulada por unos curiosos allí presentes que aseguraban que debía estar fichado, lo buscó en varias bases de datos. No apareció nada anormal en las inteligentes computadoras policiales.
Frustrados por estar frente a un ciudadano ejemplar, la técnica en fichaje policial tomó el documento de identidad del inoportuno y se dirigió a otra oficina. Se le envió a esperar en una suerte de patio interior donde los detenidos reciben visitas. Así transcurrió el tiempo. Más de dos horas. Cuando apareció el oficial Millán carnet en mano, dijo que allí no había respuesta a su problema. Preguntó a dónde podía dirigirse. Como respuesta, encogió los hombros, pegó la vuelta y se alejó con rapidez, desapareciendo de su vista.
Al descender la escalinata de la estación policial, cegado por la intensa luz solar, dirige sus pasos hacia el Parque de la antigua Escuela Normal de Maestros sin saber qué hacer. Nadie va a resolver el misterio, nadie se atreve a decir en voz alta lo obvio, no es necesario: el que puso la restricción de viajar fue la policía política. Dignos sucesores de la KGB y de la Gestapo, no pecan de sutiles.
La Habana persiste en su repulsiva practica de violar las más elementales normas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la cual es firmante –no garante-, parece ser que, a fuer de cotidiano, los Gobiernos de los países democráticos miran indiferentes hacia la Isla. La posibilidad de pingues negocios en un país donde la huelga es ilegal y la mano de obra es barata y calificada, parece tener más peso que el respeto por la dignidad humana. Triste. Pero aquí seguimos pésele a quien le pese.