De acuerdo con el eminente psicoanalista austriaco Sigmund Freud, los mitos son como los sueños de los pueblos. Es decir, constituyen ese espacio social donde pueden expresar y canalizar sus principales miedos, temores y deseos reprimidos; pero también sus más grandes y urgentes necesidades.
El pasado 28 de marzo la emisora pinareña Radio Guamá publicó una reseña, donde exponía las ventajas nutritivas de una secreción de la cucaracha similar a los productos lácteos. El artículo desató la respuesta indignada de cientos de cibernautas, quienes interpretaron que la emisora proponía la introducción de “leche de cucaracha” en la dieta de los cubanos.
El “malentendido” se viralizó en Cuba y el extranjero, convirtiéndose en un mito social que desencadenó una explosión en las redes sociales. El fenómeno pudo palparse en Google Trends y en los cientos de memes alusivos a la desagradable idea que suponía el nuevo y “exitoso” producto alimenticio.
Siguiendo la idea esbozada al inicio, cabría preguntarse: ¿Qué hay detrás del mito de la “leche de cucaracha”? Una respuesta, podría hallarse en las recurrentes propuestas de las autoridades sobre los llamados “superalimentos” como solución rápida a la crisis alimentaria que atraviesa el país.
Pero eso solo sería escarbar la superficie del fenómeno. Antes deberíamos preguntarnos, como Freud, si toda la indignación por la “leche de cucaracha” no se debe más bien, a la impotencia de los consumidores y al deseo no satisfecho de consumir la leche “auténtica”, un producto que hoy, en Cuba, se adquiere por la mitad del salario mínimo que corresponde a un mes de trabajo.