En el presente mes de junio, la venta de azúcar normada que se distribuye en la isla como parte de la canasta básica, racionalizada a través de la célebre “libreta de abastecimiento”, se vio considerablemente afectada debido a la crisis que atraviesa este sector en Cuba, desde hace ya varios años.
De acuerdo con medios oficiales, algunas de las causas principales asociadas al aumento de la carencia, se deben al irreparable deterioro de los centrales, la falta de fertilizantes y combustible, las intensas lluvias y la afectación del factor financiero provocado por el bloqueo.
No obstante, pese a la realidad de las causas que originan el problema, existe otra aún más cruda y lamentable, que por cotidiano o repetitivo que resulte, no debería normalizarse o aceptarse con resignación: una vez más, con un nuevo rostro, la escasez se hace presente en la vida cotidiana del cubano.
Y es que, apenas 1 libra de azúcar por persona (tanto cruda como refino) no alcanza a cubrir ni por asomo, las necesidades de consumo de tan necesario producto. Mucho menos si se tiene en cuenta que tampoco se comercializan de manera estatal otras variantes para sustituir el edulcorante.
Resulta lastimoso que no se contemple solución al problema a corto o mediano plazo; y que la única opción viable termine por ser nuevamente la importación de un producto del que otrora llegamos a ser los mayores exportadores en el mundo.
En fin, que, en el espacio socioeconómico diario, hay menos productos básicos, y más resignación. Una resignación que cada vez se siente mas costosa, y que algunos parecen querer legitimar; como pude palpar recientemente en la irónica réplica de un bodeguero ante la demanda de una clienta: “Pa’ que quieres café, si en Cuba no hay azúcar”.