La prolongada ausencia en la distribución del yogurt de soya, como parte de la canasta básica a niños entre siete y catorce años de edad, es otro claro ejemplo de la compleja situación económica y alimentaria que afecta a la familia cubana.
La comercialización normada del producto sustituto de la leche, para niños comprendidos entre las edades antes mencionadas, ha desaparecido, desde hace algún tiempo, de la lista de alimentos racionalizados a través la libreta de abastecimiento.
Desde hacía muchos años, el yogurt de soya llegaba a las bodegas con una regularidad de tres veces por semana; sin embargo, las nuevas condiciones asociadas a la crisis, fueron prolongando cada vez más su ciclo de distribución, hasta llegar a su desaparición total.
Cabe mencionar, que la demandada “bolsita de yogurt” era el producto que intentaba suplir la ausencia de otros muchos alimentos en la dieta de miles de niños, adolescentes e incluso ancianos, quienes frecuentaban las “colas» de las bodegas para comprarlo de forma “liberada».
En sustitución a la ausencia del producto durante tantos meses, se ha repartido en la capital una especie de sirope previamente envasado en el que puede apreciarse una fecha de caducidad muy cercana, mientras que en algunos lugares, se ha vendido apenas dos o tres días antes de considerarse “vencido».
De esta forma, se agudiza también la preocupación y el malestar de cientos de padres que se preguntan qué servir en desayunos y meriendas cuando no hay leche, jugos ni yogurt; y deben ingeniárselas para que un pomo de sirope, caduco además, dure mucho más de un mes.