Desde que el Ministro de Economía diera a conocer por medios oficiales que el estado cubano no se haría responsable de garantizar a la familia los productos distribuidos por la libreta de abastecimiento que no pudieran producirse en el país, la demanda en establecimientos pertenecientes a Mipymes, se ha incrementado considerablemente.
En el mes de octubre del presente año, sólo llegaron a distribuirse en la capital seis libras de arroz de las siete que están establecidas por consumidor, mientras que en otros lugares al interior del país, la cantidad ha sido considerablemente inferior. En semejante situación están también otros productos como el café, frijol y azúcar.
De esta manera, y ante la creciente dificultad para adquirir por las vías tradicionales, el alimento principal en la mesa del cubano: el arroz, las medianas y pequeñas empresas, se han convertido (como dijeran algunos) en las “nuevas bodegas» de no pocos cubanos.
Si bien es cierto que los precios de venta de la gran mayoría de las empresas privadas que comercializan alimentos, aún no llegan a ser accesibles al bolsillo del trabajador estatal corriente, también es un hecho que, en los últimos tiempos, el número de cubanos que adquieren productos alimenticios en dichos establecimientos, es realmente elevado.
En las principales arterias capitalinas se ha vuelto corriente ver frente a la puerta de estos locales, larguísima “colas» desde tempranas horas de la mañana para adquirir mayormente arroz y pollo, productos que por lo general, están a disposición del cliente con bastante frecuencia.
Así, estos actores económicos han generado nuevas percepciones psicosociales que van alejándose paulatinamente de la mitificación provocada por opiniones colectivas en las que se tendía a responsabilizarlos por la situación inflacionaria y las marcadas desigualdades sociales.
Va desarrollándose entonces, una representación mucho más cercana a su alcance y beneficio social, en la que de a poco comienzan a vivenciarse las alternativas que estas ofrecen ante la crisis.