La carencia de ofertas gastronómicas para el verano se hace visible al transitar algunas de las principales arterias de la capital y observar que los comercios estatales se aprecian cada vez más desabastecidos de aquellos productos básicos que habitualmente colmaban estos establecimientos.
En cambio, una amplia variedad de ofertas se aprecia en cafeterías y puntos de ventas particulares en los que abundan todo tipo de bebidas y confituras, en su mayoría, importadas. Si bien es cierto que en muchos negocios estas golosinas no poseen precios tan exorbitante como otros productos; lo cierto es que esta realidad no puede generalizarse.
Pese a que muchos paquetes pequeños de galletas (tanto dulces como saladas), así como caramelos en sus variadas formas y minibarras de chocolates y turrones, se venden por un precio mínimo de entre 100.00 y 200.00 pesos; otros productos como helados y dulces resultan en contraste, excesivamente elevados.
Con barquillos de helado artesanal que alcanzan en ocasiones los 300.00 CUP y dulces como tartaletas, pasteles, marquesitas o rosquillas que se venden en los negocios más especializados por precios que rondan los 600.00 pesos; ciertamente estas cifras resultan impagables, incluso para las economías más solventes.
De aquí que la oferta gastronómica estival no resulte accesible a todos por igual, mayormente a las familias que poseen niños, y que desean, como resultaba costumbre en Cuba desde antaño, disfrutar de unas merecidas vacaciones, en las que primaban los paseos, con toda clase de chucherías incluidas.