Hace justamente una semana llegó a puerto cubano un buque cisterna cargado con petróleo de procedencia rusa, con el fin de reabastecer fundamentalmente a las centrales eléctricas cubanas, ante la crisis actual de combustible que vive la isla mayor de las Antillas.
La noticia del arribo, cuya carga aporta al país un monto total de 700 000 barriles de fuel oil (con un valor de unos 70 millones de dólares a precios de mercado), fue recibida por los medios internacionales como otra evidencia de la consolidación de la alianza económica entre Rusia y Cuba; en especial, dentro del contexto de las sanciones al crudo ruso por la agresión a Ucrania.
Hacia el seno de sociedad cubana, la llegada del buque ruso se percibe como un alivio psicosocial con carácter temporal a los efectos tangibles de la crisis de los combustibles fósiles, los cuales representan un 95 % de la generación eléctrica total del país.
No obstante, como ha sucedido con noticias similares en el pasado reciente, en ocasiones reseñadas por los medios oficiales con cierto aire de triunfalismo, dicho alivio no resulta duradero. Factores como el desvío administrativo de recursos durante el proceso de refinamiento y el mal estado de la infraestructura generadora, se conjugan para imponer un panorama incierto.
Por lo pronto, según lo que puede observarse tomando como referencia a este primer mes de la etapa estival y a la capital, se nota una ligera mejoría respecto al mes anterior, en relación a los cortes de energía y el racionamiento del combustible al transporte público.
Al parecer por determinadas políticas económicas especiales que se adoptan durante el verano, no se perciben algunos de los principales efectos de la falta de combustible en las áreas antes mencionadas. Sin embargo, algunas zonas poblacionales del Oriente del país, no corren la misma suerte, padeciendo apagones regulares de 6 horas en días alternos.
Vale la pena destacar finalmente, que las principales razones que motivaron las protestas populares en los Palacios, Pinar del Río, estuvieron relacionadas con los efectos de la crisis energética que golpean a poblaciones consideradas como periféricas. En este caso se trataba de una comunidad afectada por apagones regulares de hasta 13 horas de duración.