Por estos días, en los que se celebra una nueva edición de la Feria Internacional del Libro en La Habana, se comparten diariamente desde diferentes espacios oficiales de comunicación, los pormenores de uno de los mayores eventos culturales celebrados en la isla.
Sin embargo, ha sido considerablemente notoria la opinión que, de manera casi generalizada, se ha generado en los asistentes a La Cabaña (sede histórica del evento), la cual se ha hecho patente a través de las redes sociales y el intercambio cotidiano popular.
El tema de los elevados precios, es un estigma que reaparece con cada nueva edición de la Feria, y que, sin lugar a dudas, este año se ha visto magnificada con creces, sufriendo los embates de la crisis económico por la que atraviesa la isla.
La denuncia de muchos visitantes no solo va dirigida a los escandalosos precios que exhiben gran cantidad de libros y un sinnúmero de artículos como juguetes, mochilas y material escolar; mayormente de editoriales extranjeras. Sino que por si fuere poco, ahora también se suman los impagables precios de los productos gastronómicos que se ofertan en las afueras de la instalación.
Si para muchos ya resultaba un atropello que se comercializaran algunos títulos clásicos de la literatura universal (incluyendo varios infantiles) por el precio de 2000.00 y hasta 3500.00 pesos, y otros artículos como diarios pequeños por 1500.00 CUP y rompecabezas a 1000.00; en esta edición, el precio de los alimentos ha venido a ser “la gota que derrama la copa”.
Un vaso de jugo de frutas alcanza el precio de 80.00 pesos, mientras que un barquillo ronda los 100.00, un bocadito de lechón los 450.00 pesos y una “cajita” de comida compuesta únicamente por congrí y dos diminutas raciones de chuleta, alcanza la exorbitante cifra de 800.00 pesos.
De manera que no pocos expresan que, en la Feria, ya no existen opciones asequibles para la familia cubana, porque, en resumidas cuentas, ni se puede comprar libros, y ahora tampoco comida.