Cinthya es mesera de un restaurante particular en la ciudad de Matanzas, Cuba. Sale embarazada y el dueño del restaurante no le garantiza que, tras concluir el año junto a su bebe, pueda volver a su puesto. Al solicitar la trabajadora firmar un contrato que certificara su condición de empleada del restaurante y proteger así su estabilidad económica, fue despedida.
Otra joven veinteañera, que prefiere mantener el anonimato para evitar represalias, comenzó a trabajar en una cafetería frente al hospital infantil de la propia ciudad, en el horario de 14:00 a 22:00. Trabajaría dos días y descansaría uno. A los tres meses le exigen que debe entrar a las 09:00 y cerrar a las 22:00, pero, entre una cosa y otra, termina siempre una hora después. Además, debe trabajar todos los días y descansa un día a la semana. Al reclamar al dueño este le dice: “lo tomas o lo dejas”.
Técnicamente la explotación de fuerza de trabajo no existe en el Código Penal cubano y tampoco es objeto de estudio de otras ciencias y disciplinas sociales, pero es un fenómeno que se está presentando constantemente en la vida diaria de la sociedad cubana actual.