Esta afirmación surrealista era colofón inevitable en los comentarios de ámbito nacional durante la República, y no llevaba explicación, era lapidaria. Significaba que éramos el País de las contradicciones, los fenómenos al parecer inexplicables, la convivencia de los absurdos opuestos.
Fuimos una colonia muchísimo más desarrollada que la metrópoli, la cual no era además la mayor receptora de nuestras producciones pues antes de 1895 casi el 100% se exportaban a Estados Unidos, país donde se exiliaban nuestros patriotas imposibilitados por las tiranías de turno para hacerlo en alguno de “Nuestra América”, allí conspiraban por la independencia, organizaban clubes y partidos, expediciones armadas… y hablaban horrores de los “americanos”.
Entonces no resulta insólito que hoy tengamos un presidente que no es Presidente, pues no puede meter la nariz en más de la mitad de la economía subordinada al sistema empresarial militar ─GAESA─ y tiene los ojos del primer secretario del partido único clavados en la nuca. Tenemos un parlamento que no legisla, solo aprueba ─unánimemente─ todo lo que la cima del poder real propone y un sistema de justicia donde instrucción policial, expediente fiscal y sentencia de tribunal funciona a la inversa: primero se define ésta y luego se acomoda el resto.
Se organizan periódicamente “procesos electorales” donde no se elige a nadie con autoridad real: comienza en las circunscripciones electorales donde se eligen delegados a las asambleas municipales; a partir de ahí aparecen las “comisiones electorales” designadas por las “organizaciones de masas” cuyas direcciones son a su vez designadas por las instancias correspondientes del partido, estas comisiones designan los gobiernos en cada instancia, que no gobiernan, se limitan a cumplir la orientaciones del partido único. Todo hasta llegar a las instancias nacionales donde se unen el buró político y el consejo de estado para conformar la cúpula del partido&gobierno, máxima jefatura de las castas previstas genialmente por José Martí formadas como consecuencia del “poder amplia y prolongadamente ejercido” por los hermanos Castro ¡sesenta años! de poder absoluto.
Entonces no sorprende que se proponga por la “fuerza dirigente superior…” una constitución con enunciados tan inconciliables como “socialismo próspero y sostenible” o “estado de derecho socialista” cuando el nivel de burocratismo y militarización de la sociedad “socialista” impide la prosperidad y sostenibilidad pues ¿Dónde se ha logrado en las decenas de países denominados socialistas hoy des merengados política y/o económicamente? Y cómo puede hablarse de Estado de Derecho sin división de poderes, concentrados en la persona del primer secretario del partido único “fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”.
Los cubanos asisten a las asambleas donde se “debate” el proyecto constitucional, opinan sobre la posibilidad del matrimonio gay, duración y edades límite para el presidente y algún que otro artículo. Y la pregunta es ¿Se percatan de que ese presidente, que ostentará el cargo de primer secretario del partido omnipotente, en la primera legislatura conformada puede cambiar lo que quiera de esa constitución, pues para ello contará con el voto unánime de los diputados, por él aprobados luego de pasar por todos los filtros, incluidos los del Gran Hermano? Para quien lo dude: el mandarín chino actual decidió que entre mil cuatrocientos millones de sus coterráneos no existe alguno capaz de sustituirlo… y se declaró mandarín ad eternum reformando la constitución (unánimemente).
Los “debates” en las asambleas, condicionados por la permanencia en el puesto de trabajo, la posibilidad de ascenso y de viajes al exterior, la beca de los hijos, etc. son además totalmente inútiles, pues los planteamientos “incómodos” (ejemplo: sobre el partido único o la irrevocabilidad del ”socialismo”) se quedan donde se hagan. Esos debates resultan un ejercicio tan surrealista como las elecciones cubanas.
La pregunta que se impone es: hasta cuándo, los siguarayenses ─habitantes del país de la siguaraya─ resistirán. El problema es urgente pues entre la migración, la baja natalidad y la miseria la Nación de Celia, el Benny y muchas otras glorias se encuentra en peligro de extinción.
SIGUARAYA: Árbol melífero muy común en los campos cubanos ─antes de que el marabú los invadiera─. Inspiró un número compuesto por Benny Moré y popularizado internacionalmente por él y Celia Cruz.