Las criptomonedas nacieron con el objetivo de romper el concepto tradicional del dinero emitido por un banco central y respaldo por reservas internacionales. En el sistema financiero internacional se aprecia con mayor nitidez, por una parte, una cruenta batalla entre las principales divisas internacionales que mantiene en jaque al hegemónico pero ya decadente billete verde. Por otra parte, la irrupción, con fuerza inusitada, de más de un millar de criptomonedas con nombres que todavía se nos antojan algo raros y distantes: Bitcoin, Ethereum, Ripple, Monero, Onix, Petro…
El Petro es una de las miles de criptomonedas que existen y de las que el Bitcoin es la más antigua, la más conocida y también la más usada. La principal diferencia con las criptomonedas radica en que el Petro está centralizado por el gobierno de Venezuela, mientras que el Bitcoin y el resto de las criptomonedas están completamente descentralizados en Internet. No pertenecen a nadie, no están reguladas por gobiernos, bancos o fondos de inversión. Tal vez eso justifique los criterios de quienes consideran que el Petro, más que una criptomoneda, es un bono de deuda pública.
El gobierno de Venezuela publicita el Petro como la solución mágica para poder financiar y resolver los problemas y desequilibrios que asolan su economía. Organizaciones internacionales advierten que para el ejercicio económico de 2018 el desempleo alcanzará el 30% y los precios de todo tipo de bienes en aumentarán un 13.000%. Asimismo, éste será el tercer año consecutivo de contracciones de dos dígitos en el producto interno bruto de Venezuela: 16% en 2016, 14% el año pasado y se prevé que baje un 15% este año.
Entre los objetivos del Petro declarados por el Presidente Maduro, hiperbólico por naturaleza, está crear una moneda alternativa al dólar y una economía digital y transparente para el beneficio de los países emergentes y alejada del sistema financiero mundial. Con el Petro, además, el gobierno busca un ingreso que ahora no encuentra con el cual hacer frente de inmediato a nuevos pagos de deuda que no puede refinanciar por falta de liquidez.
Según se ha anunciado se emitirán un total de 100 millones de Petros con una emisión inicial de 44 millones del criptoactivo y con un precio de venta de 60 USD, en referencia al precio de un barril de petróleo, por lo que el valor total de esa primera emisión se estima en unos 2640 millones de dólares norteamericanos, con una proyección en un tiempo equivalente de un doble y hasta un triple lo que pudiera estar generando unos ingresos por entre 5280 a 15840 millones de dólares para el gobierno venezolano que está en situación de apremio.
Una vez agotada la emisión inicial del Petro, la criptomoneda venezolana seguirá las mismas reglas que el resto de las criptomonedas que hacen que ni el valor ni la oferta sean manejadas de forma discrecional. El valor de la moneda virtual va a radicar, por una parte, en la promesa gubernamental de que podrá ser usado para pagar impuestos, tasas, contribuciones y servicios públicos de tal manera que, cuando los venezolanos y venezolanas quieran cambiar Petro, se pagará el precio del barril en bolívares, la moneda nacional, muy devaluada por la hiperinflación que atraviesa el país. Como beneficio adicional, la ciudadanía pudiera acceder libremente a cualquiera de las criptomonedas existentes de manera descentralizada en Internet con la finalidad de proteger sus ingresos o emplearlos como medio de pago y de atesoramiento.
Por su parte los inversionistas podrán cambiar sus Bitcoin, Ethereum, Ripple, Monero, etc., respaldadas en tecnología, por el Petro, única criptomoneda que tiene sustento físico al estar respaldada por 5.342 millones de barriles de petróleo equivalentes al 5% de las reservas de ese país. Como parte de la ofensiva del gobierno venezolano para posicionar el Petro ya hay previstas 30 casas de cambio a nivel mundial donde se podrá intercambiar con esa criptodivisa.
De igual manera la suerte el Petro dependerá de la eficacia de la gestión internacional de PDVSA y las empresas comercializadoras de oro, diamantes, hierro, coltán y otros minerales de uso industrial, las cuales deberán pagar parte de sus transacciones en Petro, hecho que sin dudas favorece la rápida valorización de la criptodivisa y el consiguiente interés de inversionistas de Qatar, Turquía, China, Rusia, Irán, países del Medio Oriente, Europa, Canadá, Brasil y EE.UU.
En el orden geoestratégico un factor importante a considerar es que la criptomoneda Petro, al no formar parte del sistema financiero tradicional y estar contenida en un block chain controlado por Venezuela, tiene altas posibilidades de evadir las sanciones a que pueden ser sometidas las monedas del sistema financiero tradicional y esto pudiera poner en una situación difícil al gobierno norteamericano que desde el pasado 9 de enero “Prohíbe todas las transacciones relacionadas con la provisión de financiación y otras transacciones por una persona de EE.UU. o dentro de EE.UU. con cualquier moneda digital que haya sido emitida por, para, o en nombre del gobierno de Venezuela.”
En mi opinión el éxito del Petro dependerá en buena medida de la capacidad negociadora de Venezuela para vender petróleo en su criptodivisa. De lograrlo, no hay dudas de que toda la estructura de la economía mundial sobre la hegemonía del dólar pudiera ponerse en entredicho en la medida en que las ventas de petróleo del mundo se cotizan en dólares y el único país con la capacidad real de responder al aumento de la demanda mundial de petróleo durante largo tiempo es Venezuela con sus 310 mil millones de barriles de petróleo comprobados, 1.8 billones de barriles entre la faja petrolífera Hugo Chávez y el golfo de Venezuela y 1.6 billones de barriles en la desembocadura del rio Esequibo en la disputa territorial y marítima con Guyana.
En relación con lo anterior no resulta extraño que el Presidente Maduro busque frenéticamente establecer alianzas estratégicas con actores internacionales como la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sobre todo con socios estratégicos como China, Rusia e Irán que le permitan a Venezuela enfrentar las presiones de los EE.UU. y la Unión Europea.
Respecto a la relación económica de Venezuela con los países de la alianza petrolera PetroCaribe y los ‘socios’ de la Alianza Bolivariana para las Américas, ALBA, entre los que se encuentra Cuba, el gobierno venezolano estableció que deberán implementar de manera inmediata el Petro como moneda de intercambio, a pesar de la experiencia fallida del Sucre como moneda del ALBA, generado justamente por la depresión de la producción petrolera en 2017, el mayor descenso de los últimos 30 años y la presión regulatoria al estado por los actores de la sociedad civil venezolana y la oposición gubernamental.
En el caso particular de Cuba, la adopción del Petro en sus operaciones de comercio exterior con Venezuela, principal socio comercial de la Isla, y con terceros dependerá mayormente del éxito de tan singular criptoactivo al interior de Venezuela, su posicionamiento competitivo entre las principales criptomonedas, la capacidad de maniobra de EE.UU. y la Unión Europea en contra del chavismo, el empleo de la criptodivisa por actores económicos y financieros de países como China y Rusia y, sobre todo, de la permanencia en el poder del chavismo.
La crisis venezolana y el agotamiento del modelo cubano de desarrollo social obliga al Estado cubano a intentar una rápida recomposición de sus relaciones económicas internacionales en un complejo proceso de aplicación de políticas macroeconómicas de alta complejidad técnica que conlleva el saneamiento de las operaciones contables en cuentas nominadas indistintamente en usd, euros, cuc, cup, sucre y también en petro.
Más allá de la retórica y la propaganda triunfalistas del Estado venezolano y el Partido Socialista Unido de Venezuela en torno al Petro y otras criptomonedas venezolanas respaldadas por las reservas de oro, diamantes y hierro de ese país, de lo que se trata es de una política económica de un alto componente geopolítico y estratégico cuyo éxito dependerá de la concreción de múltiples variables de tipo económica, política, militar, jurídico, ambiental, cultural e institucional que transcurrirán en medio de inevitables contradicciones y obstáculos ya que muchos de sus rasgos, tendencias e implicaciones son desconocidas y de no concretar pudiera significar el verdadero y definitivo fin del actual gobierno de Venezuela.