Para muchos incrédulos o mejor dicho, ilusos; la aprobación de la más reciente ley de leyes traería progreso al país. Así constó en varios de los eslóganes promovidos a lo largo y ancho de la isla con la única finalidad de hacer campaña para que acudiesen en masa al plebiscito. Sin embargo, a poco más de dos años vale preguntarse, ¿de qué progresos hablamos?
La primera de las necesarias aclaraciones para ese grupo de soñadores es que no puede haber progreso en un país donde sólo han sido añadidas, suprimidas o modificadas algunas leyes y no el sistema imperante. La Constitución solo vino a representar y defender aún más los intereses del Estado y no los del pueblo, que es igual a decir, la supervivencia del régimen y la irrevocabilidad del socialismo.
Si bien para su aprobación, se escuchó el criterio de millones de cubanos sin que estos necesariamente fueran tenidos en cuenta, la Constitución fue un timo. A pesar de no cumplir con los estándares internacionales en materia de derechos humanos (aunque muchos están incluidos sin que se respeten), la mayoría de antillanos la aprobó pensando que ello mejoraría su nivel de vida.
Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Si bien la llegada de la Covid vino a acentuar la deplorable situación económica de la isla, ya desde 2019 se sintieron los estragos de una “situación coyuntural” que marcó el inicio de un nuevo periodo especial en el país.
Sobrevinieron las restricciones de combustibles, el desabastecimiento de las tiendas en CUC y de artículos de primera necesidad, la aparición de las tiendas en MLC con la consiguiente dolarización de la economía, la distribución normada y controlada por tickes y libreta de abastecimientos y en sentido general, la escasez de alimentos y medicinas unidas a una terrible inflación y devaluación del peso. Todo esto contradice el artículo 13, inciso e) que plantea: “promover un desarrollo sostenible que asegure la prosperidad individual y colectiva”.
Cuba exhibe niveles de vida muy por debajo de la media internacional con salarios por debajo de los índices de pobreza (a pesar de la tarea ordenamiento). La economía no sale de su aguda crisis; la inversión extranjera no se fía de los incentivos y de las garantías fiscales del régimen, los préstamos y los impagos a los acreedores crecen y por si fuera poco, se le prohíbe al cubano invertir en su propia isla y competir a la par de los extranjeros.
Todo este panorama ha sido fuertemente cuestionado por ciudadanos que opinan, fotografían y publican y en cambio, ¿qué ha hecho el Estado? Violar el artículo 54 de su Constitución y mostrar su carácter falso y demagógico al reprimir y encarcelar a todos estos que ejercen su derecho a la libertad de expresión y opinión.
En fin, que la Constitución cubana no pasó de ser un desacierto más del régimen que se unió al ordenamiento de la isla para mantener entretenido y embelesado al pueblo. Más allá de mejorar sus estándares de vida, está dirigida a regular aún más la vida de los cubanos y a someterlos a un sistema ineficaz e incompetente.