El gobierno cubano anunció medidas económicas de emergencia para hacer frente al déficit presupuestario y financiar su gestión ante el impacto de la COVID-19.
El modelo es similar al de Latinoamérica, pero esta vez la deuda no se exporta sino que recircula en el país y se sustituye el efectivo por transacciones electrónicas.
Así, se promueve la venta de la deuda pública que está en manos del Banco Central, este afectado por falta de liquidez ha comenzado a emitir billetes de alta denominación.
La inflación provocada violenta el aumento de los precios y ello demanda progresivos incrementos salariales a los trabajadores, para compensar se emiten deudas.
Aparecen los privados que interesados en mantener el consumo acceden a comprar la deuda, iniciándose un ciclo inflacionario que acelera la generación de más deuda.
De esta manera, el Estado pide prestado al mercado para financiar los gastos e inversiones que no puede pagar actualmente y para facilitar las devoluciones devalúa la moneda.
El colapso ocurre cuando el incremento del gasto público no social reduzca las capacidades de pago de intereses en los tiempos previstos y la solución sea incrementar los impuestos.
Por ello, urge la liberación de las fuerzas productivas para colocar más compradores de la deuda y evitar la devaluación de los recursos humanos en el momento del pago de la deuda.
Hasta la fecha, los planes de las autoridades muestran ciertos niveles de improvisación en su implementación con impacto en la frágil economía doméstica existente.