Con la llegada de octubre ha reaparecido en la capital un fenómeno que parecía solventado. Para asombro de no pocos, largas filas de autos vuelven a amontonarse en las gasolineras; en ocasiones, obstruyendo arterias tan transitadas como la céntrica “Calzada de 10 de octubre”.
La situación del transporte en la ciudad, continúa tensa y con tendencia al agravamiento debido a la prolongada escasez de combustible, que viene atravesando el país en los últimos tiempos.
En este sentido, frente el déficit de disponibilidad que presenta el transporte público, y como alternativa ante la urgente necesidad de traslado de la población mayormente trabajadora y estudiantil, los transportistas privados (conocidos popularmente como “boteros”) siguen siendo la mejor opción, para aquellos afortunados que aún pueden pagar la tarifa.
Sin embargo, en la última semana el precio de estos servicios ha crecido en algunos tramos citadinos hasta en un 50 %; mientras que en horarios picos como la noche, la dinámica de la oferta-demanda termina por establecer el valor del pasaje.
De esta forma, por ejemplo, desde el municipio periférico Arroyo Naranjo hasta el Capitolio, en la Habana Vieja, el precio de los últimos días ascendió a 150 CUP en horario diurno, mientras que, en la noche, el servicio asciende a 200 y 250 CUP por persona.
Ante la inconformidad y desagrado público por estos precios, los “boteros” alegan razones como la dificultad para acceder a la compra de combustible a causa de las interminables colas antes referidas y el aumento del costo en los servicios de mantenimiento y reparación de los vehículos.
No obstante, este aumento progresivo del valor del pasaje también es sospechoso de ser proporcional al crecimiento de la inflación estructural de la economía cubana y la depreciación del CUP.
Así, el desencadenante de este círculo vicioso se torna cada vez más complejo de descifrar, y finalmente, terminan perdiendo tanto pasajeros como “boteros”, cubanos todos que, desde su realidad diaria, experimentan los sinsabores de una crisis económica en la que no se vislumbra aún el final.