En las últimas semanas, los “apagones” han vuelto a revisitar la cotidianidad del cubano; esta vez, con mucha más frecuencia y prolongación de la que todos quisieran tolerar. Sin embargo, ahí están, y parecen prometer muchísimas más jornadas en su compañía.
Desde los habituales problemas con el combustible, hasta el reciente impacto de un rayo a la principal termoeléctrica del país, lo cierto es que los últimos acontecimientos garantizan que habrá apagones en la isla por varios días; y según la Unión Eléctrica Nacional (UNE) puede ser definitivo.
De esta manera, las empresas eléctricas correspondientes a cada provincia, informan a través de las redes a la población, la programación de los cortes eléctricos según zona y horario de afectación; planificación que, sin dudas, poco ayuda a minimizar el malestar popular.
El problema se agudiza, si se toma en consideración que, a más de una década de la “Revolución Energética”, cientos de miles de cubanos, se volvieron irremediablemente dependientes de la electricidad para el proceso de cocción de los alimentos, en sustitución de otras fuentes combustibles.
Lo paradójico del asunto, vuelve a resultar que uno de los temas más espinosos de la llamada “Tarea Ordenamiento” fue precisamente el exacerbado aumento de las tarifas eléctricas. Debido a la situación generada por una razonable presión popular, dicho aumento fue posteriormente disminuido, aunque de manera insuficiente.
Consideramos, por exigencia del sentido común, que las nuevas tarifas del “Ordenamiento Económico” deberían haber constituido una suerte de garante, para mejorar la estabilidad del servicio eléctrico en el país; de modo que los apagones sólo fuesen un recuerdo molesto del “Periodo Especial” y no el fantasma viviente en el que hoy se convierten.