En medio de la marea de opiniones que inunda está semana las Redes sociales, con motivo de la inminente realización del Referéndum que aprobará o no el Nuevo Código de las Familias, realizamos esta segunda y última entrega que busca explorar los puntos de contacto entre el polémico documento y los derechos económicos de los cubanos.
No obstante, al contrario de la vez anterior, no abordaremos el Código de manera descriptiva y expositiva, sino más bien deseamos tocar una fibra sensible que cada vez resulta más palpable desde la cotidianidad: el efecto que ha tenido la propaganda oficial a favor del Nuevo Código en la población, especialmente en el sector de la tercera edad.
Y es que, quizás para evitar los temas polémicos que suponen la posibilidad de los “vientres de alquiler”, la supresión del término “patria potestad”, la autonomía de los menores de edad para decidir una reasignación de sexo, entre otros, la difusión mediática oficialista, favorable al Código, se ha enfocado en presentarlo como un instrumento que solucionará los problemas de la tercera edad en Cuba.
De esto hablan elocuentemente diversos spots televisivos, volantes ilustrados y hasta vallas publicitarias de gran formato, que se esfuerzan en presentar al nuevo Código como una especie de panacea que marcará un cambio significativo para los ancianos cubanos. Lamentablemente, esto ha dado al traste con que ya se han reportado ancianos que manifiestan en las calles expresiones espontáneas como: “Este Código nos resolverá los problemas”.
La realidad es que, si bien el Nuevo Código de las Familias, establece jurídicamente (como se examinó en el artículo anterior) el deber de los responsables de dar alimentos y bienes de subsistencia (alimentantes) a los que lo requieran dentro del ámbito familiar (alimentistas) esto no supone que mejore la deplorable situación económica nacional, en la que tanto alimentantes como alimentistas están insertados.
No se deben confundir ambas cosas. El Nuevo Código de las Familias no eliminará la agobiante inflación de los precios de los productos de la canasta básica, al parecer, agravados significativamente por las disposiciones de la Tarea Ordenamiento. El Nuevo Código de las Familias no garantizará mejores condiciones de compra de otros artículos de subsistencia como la ropa y el calzado (un par de zapatos en la Cuba actual cuesta lo equivalente a la pensión completa de un jubilado).
En fin, que el exceso de propaganda oficial a favor del Nuevo Código, no debe afectar la percepción que se tenga sobre el futuro económico de las familias cubanas, en particular, de un sector tan vulnerable como son los adultos mayores.
Haciéndonos eco de una publicación que se viralizó recientemente entre los internautas cubanos: el Nuevo Código de las Familias no será un “instrumento mágico”, una suerte de “piedra filosofal” para resolver los problemas más acuciantes de las generaciones encanecidas, a las cuales Cuba debe tanto.