En los últimos días, nuevamente el descontento y la indignación de no pocos ciudadanos se hizo manifiesta tanto en las redes como en el contexto popular más inmediato; esta vez por el reiterativo y todavía irresuelto tema del pan, que continúa causando grandes molestias en la población.
Un viejo refrán castellano reza: “Donde hay hambre, no hay pan duro”; pero según las múltiples opiniones de los consumidores que acceden diariamente al indispensable producto de la canasta básica normada; el mismo resulta ser algo peor que una bola de harina semicruda y dura.
Y es que, tanto la apariencia y textura, como el olor y sabor del demandado alimento constituyen (incluso para los paladares menos refinados), verdaderos atropellos carentes de las normas básicas de elaboración y presentación de cualquier producto alimenticio.
Por lo que, no resulta extraño que los consumidores aleguen que el pan está siendo elaborado con harina de yuca, calabaza e incluso boniato, como alternativa ante la escasez de harina de trigo en el país; por lo cual sería justificable, el distintivo “sabor extraño” que muchos aseguran, le define.
De manera que, a pesar de recibir usualmente un producto por debajo de su gramaje y tamaño, con un característico olor y sabor ácido y mohoso, además de una coloración grisácea y masa “inquebrantable”; el consumidor debe continuar pagando 1 CUP por este pésimo producto.
Precio que, a pesar de haberse incrementado 20 veces a su costo inicial tras la puesta en marcha de la Tarea Ordenamiento en el país (de 5 centavos a 1 CUP), todavía no se corresponde en lo absoluto con la calidad del producto que se comercializa actualmente.
Aun así, son miles los cubanos que día tras día vuelven a la “panera”, resignados a llevarse a casa el mendrugo que, con mordaz realismo, les grita a la cara aquel antiguo refrán.