La comercialización de pan suave, flauta, galletas, así como una amplia variedad de dulces y otros productos elaborados a base de harina en establecimientos particulares, han venido a ser una oportuna alternativa para muchos cubanos en los últimos tiempos.
A raíz de la crisis con la harina de trigo que atraviesa el país, la mayoría de las panaderías estatales han cesado la venta liberada del imprescindible producto: por lo que, la elevada demanda popular se ha visto solventada en gran medida, gracias a las nuevas y cada vez más habituales, panaderías y dulcerías particulares.
No obstante, los precios de los variados productos ofertados en estos establecimientos, no le permiten al cubano corriente acercarse diariamente hasta estos puntos de venta, y satisfacer con holgura, sus necesidades básicas con respecto al necesario alimento.
Más aun, cuando (como ya hemos comentado anteriormente), el pan que se comercializa por la libreta de abastecimiento, frecuentemente es presentado a la población sin los más mínimos requerimientos higiénico-sanitarios y resulta, por tanto, prácticamente imposible de consumir.
De manera que, la compra de la bolsa de pan en el carrito a 50.00 o 60.00 CUP (lo que equivaldría de 1500 a 1800 CUP mensuales) o prescindir de desayunos y meriendas (incluso comidas), no debería ser la opción “más fácil”, ni mucho menos la única para tantos cubanos.
Aún más absurda resulta, si se tiene en cuenta el encarecimiento que lamentablemente distingue a otros muchos productos de primer orden; a los cuales el cubano ha intentado sustituir con el propio pan… al menos cuando (en el más afortunado de los casos), puede lograr comprarlo.