La pasada semana, en el recinto ferial PABEXPO en La Habana, tuvo lugar la III Feria Internacional Cuba Alimentos 2022. El evento, que posee carácter bienal, se desarrolló en uno de los contextos alimentarios más complejos y delicados por los que haya atravesado la isla desde aquel tristemente célebre “Período Especial”.
De acuerdo con medios oficiales, la feria se desplegó con la presencia de 70 firmas foráneas, 135 empresas nacionales, y un número no precisado de los denominados “nuevos actores económicos”; quienes expusieron vitrinas llenas con muestras de sus producciones alimentarias (lácteos, derivados del trigo, refrescos y cervecería).
Pese a que podría considerarse loable cualquier esfuerzo gubernamental por fomentar la participación del incipiente “sector no estatal” en el impulso de nuevas estrategias comerciales que permitan la recuperación económica, además de favorecer el necesario acompañamiento de actores extranjeros en el despegue de este sector, es bueno apuntar a dos realidades que no deberían soslayarse.
En primer lugar, subrayar la profunda inequidad que existe en cuánto a la capacidad de generar iniciativas y un clima favorable de impulso productivo entre las autoridades municipales. En este sentido, existen municipios donde el “sector no estatal” parece estar condenado a un fatalista “ostracismo” económico.
En segundo lugar, resaltar el asunto de las limitaciones generales de diversa índole que todavía aquejan tanto a Mipymes como a Trabajadores por Cuenta Propia, que restringen su capacidad y posibilidad real de compra de insumos, y su libertad para establecer y consolidar alianzas con los inversores extranjeros.
De más está decir, que la conjunción de estos dos contextos repercute en el hecho de que las capacidades productivas reales y el alcance social de los “nuevos actores económicos” del área alimentaria, resulte tan insuficiente que, genere esa realidad paradójica a la que los cubanos están tan acostumbrados: en la televisión, vitrinas llenas; en la calle, vitrinas vacías.