En la actualidad nadie apuesta por una economía cubana que sustenta sus políticas en un modelo que las propias autoridades consideran agotado y que se muestra contradictorio, ineficaz y desesperanzador para el ciudadano común.
Me gusta precisar que la economía es un instrumento, un medio para alcanzar el desarrollo, y no un fin en sí misma. Esa es la dimensión política de la economía. O sea, si la economía tiene que ver con todo, entonces afecta e incumbe a todos, no solo a los políticos y a la sociedad civil. Cuando se habla de economía hay que tener presente que las políticas económicas, es decir, lo que el gobierno cubano decide e implementa en materia de precios, impuestos, industria, transportes, políticas laborales o de inversiones, en educación, salud pública, vivienda, agricultura, gasto militar y un larguísimo etcétera deben tener como objetivo el desarrollo económico del país. Dicho llanamente: la prosperidad de las cubanas y cubanos.