Por estos días en las bodegas y carnicerías estatales en las que se distribuye la canasta básica normada, se ha comercializado un nuevo y singular producto cárnico, que (como ya es habitual), ha suscitado múltiples quejas e indignación por parte de los consumidores.
Algunos aseguran que el polémico producto se vende a la población como “picadillo de res”, mientras que en algunas carnicerías solo aparece como “picadillo”; de manera que los consumidores dudan si se trata de verdadero picadillo de res (de pésima calidad, por supuesto) o de alguna variante de este, mezclado con soya.
De cualquier modo, la urgencia por vender el derivado cárnico, ha llevado a extender el horario de servicio de algunas carnicerías con el fin de prever una total descomposición; pues muchos aseguran que el mismo, poseía un fuerte hedor al momento de adquirirlo y que se intensificaba luego, durante su cocción.
Sin embargo, no son pocas las personas que se disponen a hacer “la cola” de la carnicería, para adquirir por valor de 22 pesos por consumidor, un producto de aspecto bastante desagradable y poco apetecible, en el que se aprecian a simple vista, evidencias de su deficiente procesamiento.
Así, el gran grupo de personas aguardando su turno en frente de las carnicerías para llevarse a casa el mencionado “picadillo”, ilustran de manera clara y representativa, la triste imagen social que reviste el contexto económico y alimentario del cubano.
Esa imagen que revela, como una fotografía antigua y desgastada, una realidad sombría que pide a gritos ser superada.